
Caracas Sangrante, 1996. Nelson Garrido
La primera edición de Pim Pam Pum de Alejandro Rebolledo comienza advirtiendo que se trata de una novela y que todos los personajes, situaciones y diálogos que aparecen en ella “a excepción de algunas esporádicas referencias a personas, productos y lugares por todos conocidos” son imaginarios y no se refieren a nadie en particular ni pretenden dañar los intereses de ninguna entidad. Al pasar la página se lee una cita de Memorias del subsuelo de Fiodor Dostoievski que se ocupa de lo mismo. Es como esos consejos que tienen que darte varias veces para que de cualquier forma termines ignorándolos. De esos que te dicen: no entres, te estoy diciendo que no, aunque el último aviso no lo escuches porque para cuando te lo hacen ya estás inevitablemente adentro.
Como recordaba anoche en mi blog, ambos textos de advertencia los transcribí yo a petición del autor en las viejas oficinas del periódico urbe de Sabana Grande, en 1998. Los copié de las primeras páginas de una gastada edición de bolsillo de American Pyscho de Bret Easton Ellis, publicada por Plaza & Janés, que Alejandro me había prestado y que por esos días cargaba encima como una suerte de amuleto intelectual que hoy en día, visto en retrospectiva, me avergüenza haberlo exhibido tanto, así como los muchos otro clichés que adopta uno cuando recién tiene veinte años y quiere entenderse a sí mismo y lo que parece obvio para la generación inmediatamente anterior a uno le parece una suerte de dispositivo mágico que contiene la cultura, la experiencia, la música, las drogas, el frío y el aroma de una época que no le pertenece.
Pim Pam Pum es una excelente novela, pero es muchísimo mejor como portal dimensional. Como el álbum ficticio que Sigue Sigue Sputnik habría grabado en el Caribe y que te teletransporta a una Caracas que hoy todo el mundo da por sentada, aunque haya sido escrita y descrita y puteada hasta la saciedad. De lo que Alejandro escribió fue de una ciudad que sentía nostalgia por una década de los ochenta que a finales del siglo pasado parecía más bien un triceratops. Y sobre una ciudad que también añoraba los años setenta del caso del niño Vegas, aunque lo hiciera desde la perspectiva de un montón de almas perdidas, hasta esnobistas del kitsch si se quiere, que han visto todas las cintas policiales de Chalbaud en ácido.
Y es que así son las ciudades escritas que vale la pena visitar. Siempre tienen al menos tres generaciones sintiendo nostalgia de algo. Que no le extrañe a nadie que la novela de Alejandro haya sido considerada en la lista del Premio Rómulo Gallegos de entonces, junto al Azul Petróleo de Boris Izaguirre, entre otras joyitas de la época, aunque se lo haya llevado merecidamente Roberto Bolaño por Los Detectives Salvajes. Lo que sí debería molestar a todo el mundo es que después de Pim Pam Pum no haya habido nada más, salvo ese maravilloso poemario a medio camino entre el zen y el punk que llamó Romances del distroy y que decidió regalar en Internet cuando ninguna editorial le ofreció más de un millón de bolívares de los viejos por publicarlo.
Lo que me molesta a mí, personalmente, es verlo embutido en ese silencio que ya se me hace hasta pretencioso. Y sí, me alegra muchísimo que Puntocero reedite Pim Pam Pum doce años después, con “M” y no con “N”, como le acoté en su momento, aunque no me haya hecho caso por esos días. Me contenta porque sé que van a leerlo y disfrutarlo tanto como lo disfruté yo cuando leí el primer borrador durante un fin de semana, cuando Juan Power eraJohny Mega y cuando el final seguía siendo igual de brutal. Pero de ahí a que le perdone que no haya otra novela, pues no lo hago.
Me arrecha tu empeño en ser un One Hit Wonder. Me arrecha que hasta yo haya escrito una novela de la que todavía se sigue vendiendo mínimo dos ejemplares todos los putos días y saber que no le llega a la tuya ni a los pies. Me arrecha tener que quedarme con el recuerdo de tu primer libro guardado en el cajón donde guardo a los amigos que nunca llamo, que son todos la verdad.
Me arrechan muchísimas cosas, pero es que así son las cosas contigo. Y te lo digo, de la misma forma que tú me dijiste cuando me estaba montando en un avión para Madrid: “carajito, no desperdicies la oportunidad”. Porque mientras uno se angustia con el miedo a no poder escribir algo mejor o (peor aún) a repetir hasta el infinito los mismos resabios, tú te la das del Bartleby de Melville y con tu calva y tus ojeras y tu mala leche sentencias que preferirías no hacerlo y ya no hay nada que uno pueda decir.
Estas son las cosas que me enseñaste:
1. Fuck the world.
2. Jamás ahorres dinero, porque no sabes lo que mañana pueda pasar.
3. No te cases con la jeva que amas, porque la dejarás de amar.
4. No trabajes con tus amigos porque los perderás.
5. Y nunca, jamás, en ningún caso, juegues con la policía porque, una de dos, o terminas muerto o terminas preso.
6. Nunca confíes en un tipo que use botas vaqueras.
Y entonces uno se tiene que quedar esperando, a ver si te da la gana y si decides entrar en razón y darle algo todos los que te seguimos admirando. Y también uno sabe que así eres tú. Que siempre serás tú el que estrelle el carro contra un árbol mientras los demás sólo podremos intentar escribir sobre ello.
La presentación de la nueva edición de Pim Pam Pum (2010) será el próximo jueves 21 de octubre a las 4:00 pm en la plaza Alfredo Sadel de Las Mercedes en Caracas. Nos vemos allí.
Gabriel Torrelles
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