La imagen, esa herida. LUIS BRITO, FOTÓGRAFO. JUAN ANTONIO GONZÁLEZ | EL UNIVERSAL, domingo 28 de abril de 2013 12:00 AM


"No soy un fotógrafo decorador. No puedo serlo en un país que ha vivido demasiado tiempo lacerado" "Este país para mí es Franklin Brito. Él representa a todos los agredidos, a la Venezuela humillada"




A cada fotografía de Luis Brito, uno -no más que un anónimo observador- podría añadir una sola palabra. O más bien, una solitaria sensación. Dolor, por ejemplo. O también soledad. Tristeza. Fe. Ternura. Rabia. Sosiego. Amor. Belleza. Humor. Complicidad... Y es que en más tres décadas de trabajo, este fotógrafo, nacido en Río Caribe en 1945, no ha hecho más que retratar aquello que ocurre dentro de los demás, pero fundamentalmente dentro de sí mismo.


La mirada de Brito disecciona almas y sentires. Está guiada por una inocultable urgencia de conjurar demonios... Los suyos, pero también los ajenos, a los que el artista exorciza no con afán voyerista, sino más bien con un profundo sentido de humanidad.


Para Luis Brito es inevitable no identificarse con los pequeños gestos de la cotidianidad, esos que pasan desapercibidos para la mayoría, pero que no se le escapan a este hombre de voz apremiante. Un hombre de angustias que necesita hablar de la enfermedad sentimental de sus contemporáneos.


Hoy, a las 11:00 am, se inaugura en la Sala TAC de Trasnocho Cultural, la exposición Espíritu expuesto, antología que reúne una ínfima parte del abultado portafolio del Premio Nacional de Fotografía 1996. Allí están series como Los desterradosJardín del horror o ¿Recuerdas a Eleonor Rigby?, en una apretada síntesis de desgarros, de fragmentos de una humanidad lacerada.


Cada magnífica imagen compuesta por Brito no es más que el recordatorio de esas heridas que van de lo personal y único a lo social y compartido. De la muerte de su amigo Juan Carlos Palenzuela, representada por unas flores casi marchitas, a un Lindsay Kemp sumido en el dramático ritual del maquillaje, por ejemplo.


Son 56 imágenes que permiten trazar la cartografía del artista, y que mantuvo ocupados por meses a Antolín Sánchez, Ricardo Limongi, Alberto Asprino y Laura Terré, quienes revisaron el vasto archivo de Brito con la intención de establecer coordenadas.


Dice Antolín Sánchez: "Lo que distingue el trabajo de Luis es su visión espiritual, mística de la vida. Pero ese misticismo no se plantea como una teoría, sino que nace a partir de la estética que él aplica a cada serie. Es un esteticismo que se da a partir de una rigurosidad extrema, que es casi un acto de fe, que no se discute. Y siempre está ahí el dilema sobre la vida y la muerte, la locura, el tránsito fugaz por la vida, esas cosas que pasan, que ya no son, que ya no se pueden tener".


Vida y oficio no poseen límites cuando se trata de Luis Brito. "A partir de 1975 asumí la fotografía como una manera de decir lo que no podía a través de la escritura o de la música. Me hubiese gustado ser escritor o músico. Para mí, la fotografía se ha convertido en una especie de exorcismo", afirma el fotógrafo, siempre dispuesto a la confesión.


-¿Qué lo moviliza a disparar su cámara?


-El compromiso conmigo mismo, con mi tiempo y fundamentalmente con el ser humano. Lo que he hecho es botar los fantasmas que me habitan. No soy un fotógrafo decorador. No puedo serlo en un país que ha vivido demasiado tiempo lacerado.


-¿Con qué imagen plasmaría este momento de Venezuela?


-Para mí, este país es Franklin Brito. El representa a todos los agredidos, a la Venezuela humillada.

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