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Pacheco muestra un negativo hecho en vidrio. / Foto: CORTESÍA |
Armando Pacheco no escucha bien. Si le dices "periodista" entiende "Rebeca". Eso es algo secundario cuando entras a su casa, donde también tiene su estudio fotográfico desde 1967. Se encuentra en el bulevar de La Asunción, a pocos metros de la plaza Bolívar. Cientos de imágenes cuentan su historia y la de un país antaño.
La impresión a blanco y negro puede estar provista de detalles y guardan la nostalgia del recuerdo. Esa mañana, Pacheco estaba de ánimos. "Has tenido mucha suerte. A veces tiene un carácter difícil", dice su esposa Arcelia Bellorín.
No le gusta que lo retraten. "No me tomes fotos", dice y se aparta cada vez que ve la cámara en acción.
Su estudio es, quizás, el único negocio en la Isla donde todavía toman fotos con una cámara de rollo.Se trata de una RolleiFlex. "Hay personas que por tradición se toman sus fotos aquí. Armando las acomoda y captura el mejor perfil", dice su esposa.
La práctica hace el maestro. Por eso Pacheco con 87 años se mueve con maestría en su cuarto oscuro. Saca el rollo fotográfico, amplifica la imagen con la misma máquina desde hace 50 años, la sella en un papel, la revela con químicos y luego la cuelga para dejarla secar.
"Esto sí es fotografía. Eso no", dice y señala la cámara digital. "Yo tengo una como esa y nunca la he usado. La tengo como nueva".
Aunque ahora, los cambios de la era digital no parecen preocuparle tanto. Pacheco tiene unas tres semanas sin trabajar. "No nos ha llegado el material. Nos dicen que está en proceso", se lamenta. Arcelia también siente pena. "Es la primera vez en todos nuestros años que dejamos de abrir tanto tiempo. Pero ¿qué podemos hacer? Hace tres meses hicimos el pedido y nada".
Paso a paso
Armando Pacheco lleva el mismo nombre de su papá, quien era pintor. Su hijo mayor también se llama igual y es fotógrafo.
Fue con su familia que Armando comenzó a involucrarse con el arte de capturar imágenes. Su tío tenía un estudio, y allí hizo sus primeras fotos.
"Yo dejé de estudiar en quinto grado y comencé a trabajar", recuerda con voz tajante. En plena adolescencia trabajó unos meses en Hellmund W&CIA, Laboratorio Fotográfico. Y de allí pasó a formar parte del departamento de Cartografía de Venezuela, donde estuvo por 20 años como aerofotógrafo. Recorrió todo el país en un avión tomando fotografías.
En sus paredes está la evidencia, desde las lejanías de la Amazonía, hasta los fronteras con Colombia.En dos décadas es mucho lo que se puede andar y ver. "Pueblos que ni siquiera sabes que existen", rememora.
Saca una cinta compuesta de varias fotos pequeñas. "Vi cosas hermosas. Mira estas iglesias y estas carreteras", señala.
Así llegó a los 34 años. Con miles de negativos e historias que saltan a su mente. Para esos años vino de vacaciones a Margarita, y conoció a la joven Arcelia. Se casaron en la iglesia del Valle del Espíritu Santo.
"Él quería montar su propio negocio y decidió que sería aquí en Margarita", dice Arcelia. Para 1967, se mudaron a la casa que hoy habitan y tomaron parte de ella para montar la tienda.
En la Isla no se limitó a atender el negocio. Tantos años de andanzas en cartografía le dejaron esa curiosidad nata. "Me conozco la Isla de cabo a rabo", afirma. No solamente la ha recorrido sino que la ha retratado, y ha convertido su fotoestudio en un museo donde los rostros de los margariteños de antaño se retratan entre grises.
"Yo nací en La Pastora, Caracas, y la amo, pero soy margariteño", afirma.
Fuente: http://www.elsoldemargarita.com.ve/posts/post/id:129091/Retratos-de-Venezuela-reposan-en-La-Asunci%C3%B3n
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